insinuación del arco iris...

lunes, 22 de diciembre de 2008

Fin de Siglo

Llegaba el año 2000.
Pulsando letras escribí lo que sigue.
Hoy lo leo y se siente cerca.
¿Cuándo será el tiempo de despertar?

FIN DE SIGLO

¡Compórtese!
Si sólo ha venido a decirme que las horas no tienen nombre
no tiene más que marcharse.
Déjeme ser mis alas, no es su asunto.
Ya no hay Dioses que sostengan sus reclamos.
He partido esta mañana. Si viera que dos bonitos pedazos.
Uno lila, el otro sensual.

Mordí en el centro mismo.
Un sabor de durazno maduro y en el aire el terrible dulzor de la papaya.
¿Se da cuenta?
No puede insistir en pretensiones de dócil equino.
No soy su yegua, menos su potranca.
Ya mi cuerpo flota trasuntando niveles intangibles de luz.

Me transparento sin medida, sólo venas. ¿Lo ve?
Por eso no diga. ¡Calle!
Las horas tienen nombre.
Esta mañana se llamó “desnuda”.
La amé hasta el agobio y la dejé morir.
Le advertí que era otra.
Ahora su mano caerá podrida al intentar tomarme,
sólo pertenezco a mis sísmicos deseos.
A los impulsos vibrantes de la magia
allí donde dicta señales presurosas
que no dejan nada más allá de lo cierto.
Pude oír tenue la luz de los cerezos
siempre creyendo en la muerte humeante y caliente del verano.
Agasajo en mi cuerpo la violencia de la grieta
el resquicio
esa mueca.
Otros suplican carteles al confuso mapa de los días.
No soy más que vibraciones, hálitos,
aparentemente sabios.
No puedo ya creer esta parodia.
Supe hace más de tres vidas que las líneas están en las luciérnagas,
en los hipocampos pariendo criaturas sin alas
entonces desterré la duda
separé interrogantes signos tejiendo mis enigmas.

No vuelva ya a beberme.
Otro fin de siglo acecha.
¿Y cuántos van?
El filo hipnótico de un número.
El símbolo.
Si habitaran las palabras senderos de luz
las huellas de tinta serían
allí donde estamos quemados vitales gérmenes de risa.

Aquel Dios le repito, aquellos sangran endechas a los vientos.
Insisto, otros, ahora, rezan a muertos dioses lágrimas de brea.
brotan en mis palabras como llagas
supurando agujeros negros al borde de una copa.

Danzo ¿lo ve?
Floto y callo aquello que cantaba
no grito sentencias heroicas
no soy más que transparencias juguetonas
eco de perdidos milagros
aquiescencias mudas travestidas de amapolas.
No puede ya tomarme
una medusa corre ágilmente por mis sienes
sus hilos poseyeron a las viejas ideas
derramando sonidos
tejiendo nervaduras en lo más hondo de mis temores.

Veo la muerte en las yemas de los hombres
apresurando sus latidos para llegar
creyendo doblegar el ilusorio calendario de sus vidas.
Ilusos!
Fin de siglo.
El cielo vomitando millones de falsas estrellas
artificiales destellos de inexistentes alegrías.
Festejando paganos un día más.
Absurdo ¿no lo cree?

Insisto: las horas no tienen nombre
la violencia es el juego tramposo que nos toca
imágenes pretensiosas arguyendo calidad de perennes
ni una sirve si no brota unicornios en las venas
versos sufrientes se desgajan en mis dedos.
Única en las alas de mi ángel
soplo tibiamente otra advertencia.
No creo en el bochornoso y complaciente acorde de la horda.
Palabras muertas cada vez que las paro
irguiéndose entre mis piernas, puramente,
para no ser nada.

Le dije en el desgarro
violeta la sombra que proyecta mi alma.
Amé también la noche.
Una noche.
Tuvo nombre de gruta, sabor de diamantes y de helechos
sacié la vanidad en uno de sus flancos
bordando lentejuelas de hastío a sus molinos.

Ya no esperen simbólicas campanadas
la hora llega en cada hueco
el reloj presiente sólo lo que dictamos sin tiempo
mi boca desdibuja sus decires
engulle la violencia masticando sus máscaras.
Mire, mire como expulsa el sublime bolo.
Destrozado el arquetípico misterio apostando a un Diablo justificado,
un ángel en la misión del mal.
¿Y Ud. le cree?
Ya la duda absorbe planetas en la esquela
desflorada de la vía láctea.

Fin de siglo.

Sembraron esperanzas al instante, a la hora,
al vértigo de ESE segundo
cayendo de infinitos relojes para sumar tan sólo.

Al final desmesuro letras
ilusorios paseos
devaneos.
Corporizo animales milenarios
abandonando pesadillas.
Vapores amarillos me suspenden
cien galopes sumergen estos cascos
redoblando partidas a la noche
alcanzando la nada en su semilla.

Su fantasma desmayó lo posible.
No siga aquí.
Resuenan solamente recuerdos de mi voz.
Partí mi esencia.
Ya no estoy.

miércoles, 17 de diciembre de 2008

Me gustó tocarte

Viajo en un auto.
Voy en el asiento del acompañante.
Es la mañana.
Una mañana de Otoño.
Maneja una mujer con la cual yo tengo un vínculo amistoso.
Paramos en un semáforo. Es una Avenida ancha.
Cruzando la bocacalle, en la esquina, hay un niñita muy pequeña al lado de un arbusto, y cajas y trastos viejos.
Se acerca otra niña de algo más 13 años, menuda,
de tez blanca y cabello negro.
Muy bonita. Me pide monedas, para darle de comer a su hijita.
Y me señala la pequeñita pelirroja que se cepilla el pelo
en la esquina con cajas.
Debe tener 2 años, entonces ella 14, quiero suponer con un nudo en el estómago.
¿Dónde vivís? – le pregunto.
¡Ahí, en la esquina, ese mi cuarto! - me contestó.
¿Cómo podía vivir en una esquina? – pensé, y en ese instante sentí que era el mejor lugar que podía tener, que era de ella y de su hija,
y que allí nadie podía hacerle daño.
Tengo la ventanilla baja y la miro.
El tiempo comienza a ser eterno. Yo le acaricio el pelo y la frente suave.
El momento dura lo que un semáforo.
Igual estoy en ese tiempo sin tiempo.
Se pone verde.
Tengo que irme.
Ella me dice con voz suave: -“Ya te vas Señora, me gustó tocarte!”
La mujer que maneja arranca, yo estoy consternada y paralizada.
Quiero hacer algo y no puedo.
“Es el espíritu de la Pascua” - dice la que maneja queriendo justificar la bondad en los ojos de esa niña-mujer.
Yo me siento amorosa y triste.
Ver la verdad.
Lo supérfluo.
El dolor y la compasión.
El como sí.
Vivir en la calle como la mejor opción…

Pasamos la esquina.
Escucho una música lejana.
Abro los ojos.

Apago el despertador.
Aquello había sido un sueño.

Es Diciembre, se acerca la Navidad y no vi arbolitos en las casas de las esquinas, ni miré a las niñas con sus niñas.
Mi auto no se detiene en los semáforos sin tiempo para acariciar la frente plena de luz.

viernes, 5 de diciembre de 2008

Entre la tierra y el día

hay algo

entre la tierra y el día
un susurro sin nombre
un espacio
guardado de mis manos
lo rodea esta danza que quiere ser yo
coqueteo
sonrío juguetona
apenas lo rozo
busco

hay algo
lo vi un día
a veces en una piel
o en esos ojos lentos
lo sentí en tus letras
esa tarde

hay algo
¿lo ves?
¿o es que estoy ciega de ese brillo?
me atravesó en el grito que trajo un niño
lo olí en el néctar de mis senos

hay algo
aquí
ahora
mis brazos laten
brotes en mis dedos

hay algo
tuyo
mío
nuestro

intangible
potente
único en esa imagen sin edad
ahí estuvo
estuve
sin bordes ni cronos

hay algo
esta noche
del otro lado del mundo
anhelo beberlo
en el único instante eterno
en que me pierdo
para poder ser Yo