Llegaba el año 2000.
Pulsando letras escribí lo que sigue.
Hoy lo leo y se siente cerca.
¿Cuándo será el tiempo de despertar?
FIN DE SIGLO
¡Compórtese!
Si sólo ha venido a decirme que las horas no tienen nombre
no tiene más que marcharse.
Déjeme ser mis alas, no es su asunto.
Ya no hay Dioses que sostengan sus reclamos.
He partido esta mañana. Si viera que dos bonitos pedazos.
Uno lila, el otro sensual.
Mordí en el centro mismo.
Un sabor de durazno maduro y en el aire el terrible dulzor de la papaya.
¿Se da cuenta?
No puede insistir en pretensiones de dócil equino.
No soy su yegua, menos su potranca.
Ya mi cuerpo flota trasuntando niveles intangibles de luz.
Me transparento sin medida, sólo venas. ¿Lo ve?
Por eso no diga. ¡Calle!
Las horas tienen nombre.
Esta mañana se llamó “desnuda”.
La amé hasta el agobio y la dejé morir.
Le advertí que era otra.
Ahora su mano caerá podrida al intentar tomarme,
sólo pertenezco a mis sísmicos deseos.
A los impulsos vibrantes de la magia
allí donde dicta señales presurosas
que no dejan nada más allá de lo cierto.
Pude oír tenue la luz de los cerezos
siempre creyendo en la muerte humeante y caliente del verano.
Agasajo en mi cuerpo la violencia de la grieta
el resquicio
esa mueca.
Otros suplican carteles al confuso mapa de los días.
No soy más que vibraciones, hálitos,
aparentemente sabios.
No puedo ya creer esta parodia.
Supe hace más de tres vidas que las líneas están en las luciérnagas,
en los hipocampos pariendo criaturas sin alas
entonces desterré la duda
separé interrogantes signos tejiendo mis enigmas.
No vuelva ya a beberme.
Otro fin de siglo acecha.
¿Y cuántos van?
El filo hipnótico de un número.
El símbolo.
Si habitaran las palabras senderos de luz
las huellas de tinta serían
allí donde estamos quemados vitales gérmenes de risa.
Aquel Dios le repito, aquellos sangran endechas a los vientos.
Insisto, otros, ahora, rezan a muertos dioses lágrimas de brea.
brotan en mis palabras como llagas
supurando agujeros negros al borde de una copa.
Danzo ¿lo ve?
Floto y callo aquello que cantaba
no grito sentencias heroicas
no soy más que transparencias juguetonas
eco de perdidos milagros
aquiescencias mudas travestidas de amapolas.
No puede ya tomarme
una medusa corre ágilmente por mis sienes
sus hilos poseyeron a las viejas ideas
derramando sonidos
tejiendo nervaduras en lo más hondo de mis temores.
Veo la muerte en las yemas de los hombres
apresurando sus latidos para llegar
creyendo doblegar el ilusorio calendario de sus vidas.
Ilusos!
Fin de siglo.
El cielo vomitando millones de falsas estrellas
artificiales destellos de inexistentes alegrías.
Festejando paganos un día más.
Absurdo ¿no lo cree?
Insisto: las horas no tienen nombre
la violencia es el juego tramposo que nos toca
imágenes pretensiosas arguyendo calidad de perennes
ni una sirve si no brota unicornios en las venas
versos sufrientes se desgajan en mis dedos.
Única en las alas de mi ángel
soplo tibiamente otra advertencia.
No creo en el bochornoso y complaciente acorde de la horda.
Palabras muertas cada vez que las paro
irguiéndose entre mis piernas, puramente,
para no ser nada.
Le dije en el desgarro
violeta la sombra que proyecta mi alma.
Amé también la noche.
Una noche.
Tuvo nombre de gruta, sabor de diamantes y de helechos
sacié la vanidad en uno de sus flancos
bordando lentejuelas de hastío a sus molinos.
Ya no esperen simbólicas campanadas
la hora llega en cada hueco
el reloj presiente sólo lo que dictamos sin tiempo
mi boca desdibuja sus decires
engulle la violencia masticando sus máscaras.
Mire, mire como expulsa el sublime bolo.
Destrozado el arquetípico misterio apostando a un Diablo justificado,
un ángel en la misión del mal.
¿Y Ud. le cree?
Ya la duda absorbe planetas en la esquela
desflorada de la vía láctea.
Fin de siglo.
Sembraron esperanzas al instante, a la hora,
al vértigo de ESE segundo
cayendo de infinitos relojes para sumar tan sólo.
Al final desmesuro letras
ilusorios paseos
devaneos.
Corporizo animales milenarios
abandonando pesadillas.
Vapores amarillos me suspenden
cien galopes sumergen estos cascos
redoblando partidas a la noche
alcanzando la nada en su semilla.
Su fantasma desmayó lo posible.
No siga aquí.
Resuenan solamente recuerdos de mi voz.
Partí mi esencia.
Ya no estoy.
lunes, 22 de diciembre de 2008
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A mi humilde entender, lo más bonito que te leí...
ResponderEliminar¡Besosss y Feliz Navidad!